sábado, 10 de marzo de 2007

EVANGELIO DEL DIA

EVANGELIO DEL DIA

¿Señor a quién iriamos ? Tienes las palabras de la vida eterna. Jn 6, 68


sábado 10 Marzo 2007


Sabado de la semana II de Cuaresma
Hoy la Iglesia celebra : Los 40 mártires de Sebaste,   San Melitòn

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San Macario : El retorno del hijo pródigo


Libro de Miqueas 7,14-15.18-20.

Apacienta con tu cayado a tu pueblo, al rebaño de tu herencia, al que vive solitario en un bosque, en medio de un vergel. ¡Que sean apacentados en Basán y en Galaad, como en los tiempos antiguos! Como en los días en que salías de Egipto, muéstranos tus maravillas. ¿Qué dios es como tú, que perdonas la falta y pasas por alto la rebeldía del resto de tu herencia? El no mantiene su ira para siempre, porque ama la fidelidad. El volverá a compadecerse de nosotros y pisoteará nuestras faltas. Tú arrojarás en lo más profundo del mar todos nuestros pecados. Manifestarás tu lealtad a Jacob y tu fidelidad a Abraham, como juraste a nuestros padres desde los tiempos remotos.


Salmo 103(102),1-12.

De David. Bendice al Señor, alma mía, que todo mi ser bendiga a su santo Nombre;
bendice al Señor, alma mía, y nunca olvides sus beneficios.
El perdona todas tus culpas y cura todas tus dolencias;
rescata tu vida del sepulcro, te corona de amor y de ternura;
él colma tu vida de bienes, y tu juventud se renueva como el águila.
El Señor hace obras de justicia y otorga el derecho a los oprimidos;
él mostró sus caminos a Moisés y sus proezas al pueblo de Israel.
El Señor es bondadoso y compasivo, lento para enojarse y de gran misericordia;
no acusa de manera inapelable ni guarda rencor eternamente;
no nos trata según nuestros pecados ni nos paga conforme a nuestras culpas.
Cuanto se alza el cielo sobre la tierra, así de inmenso es su amor por los que lo temen;
cuanto dista el oriente del occidente, así aparta de nosotros nuestros pecados.


Evangelio según San Lucas 15,1-3.11-32.

Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo. Los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: "Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos". Jesús les dijo entonces esta parábola: Jesús dijo también: "Un hombre tenía dos hijos. El menor de ellos dijo a su padre: 'Padre, dame la parte de herencia que me corresponde'. Y el padre les repartió sus bienes. Pocos días después, el hijo menor recogió todo lo que tenía y se fue a un país lejano, donde malgastó sus bienes en una vida licenciosa. Ya había gastado todo, cuando sobrevino mucha miseria en aquel país, y comenzó a sufrir privaciones. Entonces se puso al servicio de uno de los habitantes de esa región, que lo envió a su campo para cuidar cerdos. El hubiera deseado calmar su hambre con las bellotas que comían los cerdos, pero nadie se las daba. Entonces recapacitó y dijo: '¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, y yo estoy aquí muriéndome de hambre! Ahora mismo iré a la casa de mi padre y le diré: Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros'. Entonces partió y volvió a la casa de su padre. Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió profundamente; corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó. El joven le dijo: 'Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; no merezco ser llamado hijo tuyo'. Pero el padre dijo a sus servidores: 'Traigan en seguida la mejor ropa y vístanlo, pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies. Traigan el ternero engordado y mátenlo. Comamos y festejemos, porque mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y fue encontrado'. Y comenzó la fiesta. El hijo mayor estaba en el campo. Al volver, ya cerca de la casa, oyó la música y los coros que acompañaban la danza. Y llamando a uno de los sirvientes, le preguntó que significaba eso. El le respondió: 'Tu hermano ha regresado, y tu padre hizo matar el ternero engordado, porque lo ha recobrado sano y salvo'. El se enojó y no quiso entrar. Su padre salió para rogarle que entrara, pero él le respondió: 'Hace tantos años que te sirvo sin haber desobedecido jamás ni una sola de tus órdenes, y nunca me diste un cabrito para hacer una fiesta con mis amigos. ¡Y ahora que ese hijo tuyo ha vuelto, después de haber gastado tus bienes con mujeres, haces matar para él el ternero engordado!'. Pero el padre le dijo: 'Hijo mío, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo. Es justo que haya fiesta y alegría, porque tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado'".


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.



Leer el comentario del Evangelio por :

San Macario (?- 405); monje en Egipto
Sermón 16 de la 3ª colección

El retorno del hijo pródigo


    Acerquémonos a la puerta espiritual, que es el Señor, y llamemos para que nos abra. Pidamos recibirlo a él mismo, el pan de vida (Jn 6,34). Digámosle: "Dame, Señor, el pan de vida para que yo viva, porque voy a la perdición atenazado por el hambre del pecado. Dame la vestidura luminosa de la salvación para que pueda esconder la vergüenza de mi alma, porque estoy desnudo, privado de la fuerza de tu Espíritu y avergonzado de la indecencia de mis pasiones" (Gn 3,10).

     Y si te dice: "Tenías tu vestido, ¿qué has hecho?" Respóndele: "Me crucé con unos bandoleros, me despojaron y dejaron medio muerto, me quitaron mi vestido y se lo llevaron (Lc 10,30s). Dame unas sandalias espirituales, porque las espinas y los cardos han traspasado los pies de mi espíritu (Gn 3,18); Voy errante por el desierto y no quiero avanzar ya más. Da la vista a mi corazón a fin que pueda ver de nuevo; abre los ojos de mi corazón porque me los han cerrado mis enemigos invisibles recubriéndome del velo de la tiniebla y así no puedo ya contemplar tu celestial rostro tan deseado. Dame el oído espiritual porque mi inteligencia se ha vuelto sorda y ya no puedo escuchar tus conversaciones tan dulces y agradables. Dame el aceite de júbilo (sl 44,8) y el vino del gozo espiritual para que lo aplique sobre mis heridas y pueda de nuevo tener vida. Cúrame y devuélveme la salud porque mis enemigos, temibles bandoleros, me han dejado tendido en tierra medio muerto".

     Dichosa el alma que, como indigente y herida, suplica con perseverancia y fe, porque recibirá lo que pide; obtendrá la curación y el remedio eterno y verá vengados a sus enemigos, las pasiones del pecado.






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