lunes, 12 de marzo de 2007

Lunes de la semana III de Cuaresma La fe de la viuda de Sarepta, que acoge al que Dios le envía

Lunes de la semana III de Cuaresma
Hoy la Iglesia celebra :
Inocencio I,   San Gregorio Magno

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San Ambrosio :
La fe de la viuda de Sarepta, que acoge al que Dios le envía


Evangelio según San Lucas 4,24-30.

Después agregó: "Les aseguro que ningún profeta es bien recibido en su tierra. Yo les aseguro que había muchas viudas en Israel en el tiempo de Elías, cuando durante tres años y seis meses no hubo lluvia del cielo y el hambre azotó a todo el país. Sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda de Sarepta, en el país de Sidón. También había muchos leprosos en Israel, en el tiempo del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue curado, sino Naamán, el sirio". Al oír estas palabras, todos los que estaban en la sinagoga se enfurecieron y, levantándose, lo empujaron fuera de la ciudad, hasta un lugar escarpado de la colina sobre la que se levantaba la ciudad, con intención de despeñarlo. Pero Jesús, pasando en medio de ellos, continuó su camino.


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.



Leer el comentario del Evangelio por :

San Ambrosio (hacia 340-397), obispo de Milán y doctor de la Iglesia
Dos viudas; PL 16,247-276

La fe de la viuda de Sarepta, que acoge al que Dios le envía


     En el tiempo en que el hambre azotaba a la tierra entera ¿por qué Elías fue enviado a casa de una viuda? Una gracia singular se concede a dos mujeres: un ángel a una virgen; un profeta a una viuda. A aquélla Gabriel; a ésta Elías. ¡Han sido escogidos los más eminentes de entre los ángeles y de entre los profetas! Pero la viudedad no merece ninguna alabanza por sí misma a no ser que se le junte la virtud. En la historia no faltan viudas; y, sin embargo hay una que se distingue de entre todas y que las alienta con su ejemplo... Dios es particularmente sensible a la hospitalidad: en el Evangelio, por un vaso de agua fresca promete recompensas eternas (Mt 10,42); aquí, por un poco de harina o de aceite, una profusión infinita de riquezas...

     ¿Por qué nos creemos dueños de los frutos de la tierra siendo así que la tierra es una perpetua ofrenda?... Hacemos recaer en provecho nuestro el sentido de una mandamiento universal: "todos los árboles frutales que engendran semilla os servirán de alimento; y a todas las fieras de la tierra, a todas las aves del cielo, a todos los reptiles de la tierra" (Gn 1,29-30); recogiendo para nosotros no encontramos más que vació y necesidad. ¿Cómo podríamos esperar en la promesa si no aceptamos la voluntad de Dios? Actuando sanamente, obedeciendo el precepto de la hospitalidad y haciendo honor a nuestros huéspedes: ¿acaso nosotros no somos huéspedes aquí abajo?

     ¡Cuán perfecta es esta viuda! Abatida por una gran hambre continuaba,  sin embargo, venerando a Dios. Sus provisiones no las guardaba para ella sola; las compartía con su hijo. ¡Un bello ejemplo de ternura, y un ejemplo aún más bello de fe! Seguro que prefería a su hijo antes que a cualquier otra persona: y pone al profeta de Dios por encima de su propia vida. Creed que, ciertamente, no sólo le ha dado un poco de su alimento, sino toda su sustancia; no ha guardado nada para ella; así como su hospitalidad la ha llevado a una donación total, su fe la ha conducido a una confianza total.


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